miércoles, 27 de enero de 2010

Coello, Claudio



Claudio Coello es uno de los principales representantes de la escuela barroca madrileña. Nació en Madrid en 1642, en una familia de origen portugués. Su padre, que era broncista, lo llevó al taller de Francisco Rizi, pintor de la escuela madrileña, para que le enseñara la técnica del dibujo y poder usarlo luego en su trabajo como broncista. Pero sus cualidades para la pintura hicieron que continuara su aprendizaje como pintor.

Con él aprendió el lenguaje del barroco decorativo, basado en una concepción dinámica y escenográfica, con gran riqueza de color y una ejecución suelta y vibrante. Más tarde viajó a Italia, recibiendo el influjo de los pintores italianos de la época, como se percibe en su primer lienzo conocido, Jesús a la puerta del Templo.

La pintura de Coello presenta un espléndido colorismo, aprendido durante su estancia en Italia y a través del estudio de los venecianos. Recibió, además, la influencia de Rubens y de Velázquez, a quien debe su especial habilidad para captar la atmósfera y la perspectiva espacial. Sus composiciones se caracterizan por la presencia de un gran número de personajes.

En su producción destaca la pintura religiosa y las decoraciones murales y, a partir de 1683, cuando es nombrado pintor del Rey, realizará numerosos retratos, en especial de Carlos II.

Obra de Claudio Coello

La Sagrada Forma

La obra fue realizada para conmemorar el acto de arrepentimiento de Carlos II y su junta de gobierno ante la Sagrada Forma de Gorkum, en el altar de la sacristía de El Escorial en 1684.


Se trata de un magnífico ejemplo de solución espacial, utilizando el lenguaje teatral e ilusionista del barroco. Es una escena religiosa y a la vez cortesana. Supone un magnífico conjunto de retratos, estando representados los principales personajes de la corte: Carlos II arrodillado en oración ante la Sagrada Forma, el Duque de Medinaceli, el Duque de Pastrana, el Conde de Baños o el Marqués de Puebla. Los rostros y toda la escena están tratados con gran realismo, a ello también contribuyen los accesorios que introduce: candelabros, las telas, los bordados, las alfombras, etc.